Discurso
de Apertura
El
campo es un lugar enigmático, espléndido y singular por excelencia. En los
campos colombianos se tejen sueños, esperanzas y anhelos de una Colombia que
busca mostrar su grandeza al mundo entero desde la sabiduría profunda de la
experiencia vivida en una relación directa y amorosa con el ser de la tierra,
la voz del agua y el cantar incesante de perfección producido por la naturaleza
viva y cambiante.
Desde
aquí, desde este rincón donde con coraje y valentía los hombres y mujeres de la
tierra hacemos patria; nuestras voces se
levantan para cantar y exaltar la grandeza de la lengua castellana.
Reconocemos el nombre de Miguel de Cervantes Saavedra y de alguna manera nos
vemos reflejados en su obra “el ingenioso hidalgo, Don Quijote de la Mancha”.
También nosotros luchamos a veces contra molinos de viento y compartimos las
mismas aventuras que unas veces nos causan dolor y otras, sosiego. Como ven, cada hombre tiene su rocinante y
una Dulcinea para cantarle sus amores a la suya fermosura. Todos caballeros
andantes con sus propios hijos de escudero.
Nosotros,
también nos vemos retratados en las obras de la literatura colombiana y
latinoamericana. A
veces somos como el pueblo de Macondo en busca de un mañana en el que los
beneficios de la civilización no se nos sigan negando. Este
pequeño Macondo aún espera que lleguen las líneas del ferrocarril o por lo
menos un camino transitable. Si uno de
nosotros enferma, está condenado a morir irremediablemente. Ni médico, ni
medicinas mucho menos ambulancias o salas de emergencia.
“Aquí
como en cien años de soledad” seguimos soñando con que un día podamos alumbrarnos
con el foco de Melquiades y se apague entonces la luz de las velas, y que las
velas queden para ser usadas por las madres para evitar que se caigan los
aviones, se derrumbe la montaña o evitar que llueva a torrenciales llevándose
consigo nuestras casas.
Soñamos
con que el acueducto, la señal de celular, la señal de televisión e internet
lleguen por fin y para siempre a esta comunidad macondiana que lo único que
tiene de suyo propio son sus mariposas amarillas y sus múltiples colores.
No
queremos envejecer en la espera ni morir de viejos viendo como el moho y la
desesperanza acaban con la vida igual que le pasó al coronel Aureliano que “al final de sus días se sintió olvidado,
no con el olvido remediable del corazón, sino con otro olvido más cruel e
irrevocable, que él conocía muy bien porque era el olvido de la muerte”.
"La
soledad de América Latina" tan bellamente enunciada en el discurso de García
Márquez en Estocolmo al recibir el pueblo nobel, es también la soledad de
Quebrada Honda que estando a las puertas de la civilización no puede acceder a
sus beneficios porque hace falta una verdadera voluntad política
que potencie las ventajas del campo y asegure el compromiso de los que tienen
el poder para darle a esta vereda un día
nuevo lleno de prosperidad .
Como Gabo en el
discurso mencionado creemos en la utopía
para Quebrada Honda. “Una nueva y
arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la
forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y
donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para
siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Referencias:
Cervantes Saavedra Miguel. "El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha"
García Márquez Gabriel "Cien años de soledad" "la soledad de América Latina"
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